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Il Camposanto, Piazza del Duomo, Pisa, Italia

 

Il Camposanto, Piazza del Duomo, Pisa, Italia
(Photo - Date: 12-10-2015 / Time: 15:21:26)

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 ya que la palabra regia es soberana, y ¿quién va a decirle: Qué haces?  Quien se atiene al mandamiento, no sabe de conspiraciones. Y el corazón del sabio sabe el cuándo y el cómo. (Eclesiastés 8:4- 8:5)  -  1 / 80.

 Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo. Pues es grande el peligro que acecha al hombre,  ya que éste ignora lo que está por venir, pues lo que está por venir, ¿quién va a anunciárselo? (Eclesiastés 8:6- 8:7)  -  2 / 80.

 No es el hombre señor del viento para domeñar al viento. Tampoco hay señorío sobre el día de la muerte, ni hay evasión en la agonía, ni libra la maldad a sus autores.  Todo esto tengo visto al aplicar mi corazón a cuanto pasa bajo el sol, cuando el hombre domina en el hombre para causarle el mal. (Eclesiastés 8:8- 8:9)  -  3 / 80.

Por ejemplo, he visto a gente mala llevada a la tumba. Partieron del Lugar Santo, y se dio al olvido en la ciudad que hubiesen obrado de aquel modo. ¡Otro absurdo!: que no se ejecute en seguida la sentencia de la conducta del malo, con lo que el corazón de los humanos se llena de ganas de hacer el mal; (Eclesiastés 8:10- 8:11)  -  4 / 80.

que el pecador haga el mal veces ciento, y se le den largas. Pues yo tenía entendido que les va bien a los temerosos de Dios, a aquellos que ante su rostro temen, y que no le va bien al malvado, ni alargará sus días como sombra el que no teme ante el rostro de Dios. (Eclesiastés 8:12- 8:13)  -  5 / 80.

Pues bien, un absurdo se da en la tierra: Hay justos a quienes les sucede cual corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede cual corresponde a las obras de los buenos. Digo que este es otro absurdo. Y yo por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para el hombre bajo el sol, si no es comer, beber y divertirse; y eso es lo que le acompaña en sus fatigas en los días de vida que Dios le hubiera dado bajo el sol. (Eclesiastés 8:14- 8:15)  -  6 / 80.

Cuanto más apliqué mi corazón a estudiar la sabiduría y a contemplar el ajetreo que se da sobre la tierra - pues ni de día ni de noche concilian los ojos el sueño - fui viendo que el ser humano no puede descubrir todas las obras de Dios, las obras que se realizan bajo el sol. Por más que se afane el hombre en buscar, nada descubre, y el mismo sabio, aunque diga saberlo, no es capaz de descubrirlo. (Eclesiastés 8:16- 8:17)  -  7 / 80.

 Pues bien, a todo eso he aplicado mi corazón y todo lo he explorado, y he visto que los justos y los sabios y sus obras están en manos de Dios. Y ni de amor ni de odio saben los hombres nada: todo les resulta  absurdo. Como el que haya un destino común para todos, para el justo y para el malvado, el puro y el manchado, el que hace sacrificios y el que no los hace, así el bueno como el pecador, el que jura como el que se recata de jurar. (Eclesiastés 9:1- 9:2)  -  8 / 80.

 Eso es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol: que haya un destino común para todos, y así el corazón de los humanos está lleno de maldad y hay locura en sus corazones mientras viven, y su final ¡con los muertos!  Pues mientras uno sigue unido a todos los vivientes hay algo seguro, pues vale más perro vivo que león muerto. (Eclesiastés 9:3- 9:4)  -  9 / 80.

 Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria.  Tanto su amor, como su odio, como sus celos, ha tiempo que pereció, y no tomarán parte nunca jamás en todo lo que pasa bajo el sol. (Eclesiastés 9:5- 9:6)  -  10 / 80.

 Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino, que Dios está ya contento con tus obras.  En toda sazón sean tus ropas blancas y no falte ungüento sobre tu cabeza. (Eclesiastés 9:7- 9:8)  -  11 / 80.

 Vive la vida con la mujer que amas, todo el espacio de tu vana existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en la vida y en las fatigas con que te afanas bajo el sol. Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol a donde te encaminas. (Eclesiastés 9:9- 9:10)  -  12 / 80.

Vi además que bajo el sol no siempre es de los ligeros el correr ni de los esforzados la pelea; como también hay sabios sin pan, como también discretos sin hacienda, como también hay doctos que no gustan, pues a todos les llega algún mal momento. Porque, además, el hombre ignora su momento: como peces apresados en la red, como pájaros presos en el cepo, así son tratados los humanos por el infortunio cuando les cae encima de improviso. (Eclesiastés 9:11- 9:12)  -  13 / 80.

También he visto otro acierto bajo el sol, y grande, a juicio mío: Una ciudad chiquita, con pocos hombres en ella. Llega un gran rey y le pone cerco, levantando frente a ella empalizadas potentes. (Eclesiastés 9:13- 9:14)  -  14 / 80.

Encontrábase allí un hombre pobre y sabio. El pudo haber librado la ciudad gracias a su sabiduría, ¡pero nadie paró mientes en aquel pobre! Y yo me digo: Más vale sabiduría que fuerza; pero la sabiduría del pobre se desprecia y sus palabras no se escuchan. (Eclesiastés 9:15- 9:16)  -  15 / 80.

Mejor se oyen las palabras sosegadas de los sabios que los gritos del soberano de los necios. Más vale sabiduría que armas de combate, pero un solo yerro echa a perder mucho bueno. (Eclesiastés 9:17- 9:18)  -  16 / 80.

 Una mosca muerta pudre una copa de ungüento de perfumista; monta más un poco de necedad que sabiduría y honor.  El sabio tiene el corazón a la derecha, el necio tiene el corazón a la izquierda. (Eclesiastés 10:1- 10:2)  -  17 / 80.

 Además, en cualquier camino que tome el necio, su entendimiento no le da de sí y dice de todo el mundo: «Ese es un necio.»  Si el enojo del que manda se abate sobre ti, no abandones tu puesto, que la flema libra de graves yerros. (Eclesiastés 10:3- 10:4)  -  18 / 80.

 Otra calamidad he visto bajo el sol, como error que emana de la autoridad:  La necedad elevada a grandes dignidades, mientras ricos se sentaban abajo. (Eclesiastés 10:5- 10:6)  -  19 / 80.

 He visto siervos a caballo, y príncipes que iban a pie, como los siervos.  El que cava la hoya cae en ella, y al que atraviesa el seto le muerde la culebra. (Eclesiastés 10:7- 10:8)  -  20 / 80.

 El que saca piedras se lastima con ellas, el que raja maderos puede hacerse daño. Si se embota el hierro y no se afilan sus caras, hay que acrecentar los bríos: también supone ganancia afinar en sabiduría. (Eclesiastés 10:9- 10:10)  -  21 / 80.

Si pica culebra por falta de encantamiento no hay ganancia para el encantador. Palabras de boca de sabio agradan, mas los labios del necio a él lo engullen. (Eclesiastés 10:11- 10:12)  -  22 / 80.

Empieza diciendo necedades, para acabar en locura de las malas. Y el necio dice más y más palabras. Nadie sabe lo que vas venir, y el remate de todo, ¿quién puede pronosticárselo? (Eclesiastés 10:13- 10:14)  -  23 / 80.

Lo que más molesta al necio es que no sabe ir a la ciudad. ¡Ay de ti, tierra, cuyo rey es un chiquillo, y cuyos príncipes comen de mañana! (Eclesiastés 10:15- 10:16)  -  24 / 80.

¡Dichosa tú, tierra, cuyo rey es hidalgo y cuyos príncipes comen a la hora, por cobrar vigor y no por banquetear! Por estar mano sobre mano se desploma la viga, y por brazos caídos la casa se viene abajo. (Eclesiastés 10:17- 10:18)  -  25 / 80.

Para holgar preparan su banquete, y el vino alegra la vida, y el dinero todo lo allana. Ni aun en tu rincón faltes al rey, ni en tu misma alcoba faltes al rico, que un pájaro del cielo hace correr la voz, y un ser alado va a contar la cosa. (Eclesiastés 10:19- 10:20)  -  26 / 80.

 Echa tu pan al agua, que al cabo de mucho tiempo lo encontrarás.  Reparte con siete, y también con ocho, que no sabes qué mal puede venir sobre la tierra. (Eclesiastés 11:1- 11:2)  -  27 / 80.

 Si las nubes van llenas, vierten lluvia sobre la tierra, y caiga el árbol al sur o al norte, donde cae el árbol allí se queda.  El que vigila el viento no siembra, el que mira a las nubes no siega. (Eclesiastés 11:3- 11:4)  -  28 / 80.

 Como no sabes cómo viene el espíritu a los huesos en el vientre de la mujer encinta, así tampoco sabes la obra de Dios que todo lo hace.  De madrugada siembra tu simiente y a la tarde no des paz a tu mano. Pues no sabes si es menor esto o lo otro o si ambas cosas son igual de buenas. (Eclesiastés 11:5- 11:6)  -  29 / 80.

 Dulce es la luz y bueno para los ojos ver el sol.  Si uno vive muchos años, que se alegre en todos ellos, y tenga en cuenta que los días de tinieblas muchos serán, que es vanidad todo el porvenir. (Eclesiastés 11:7- 11:8)  -  30 / 80.

 Alégrate, mozo, en tu juventud, ten buen humor en tus años mozos, Vete por donde te lleve el corazón y a gusto de tus ojos; pero a sabiendas de que por todo ello te emplazará Dios a juicio. Aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne, pero juventud y pelo negro, vanidad. (Eclesiastés 11:9- 11:10)  -  31 / 80.

 Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos, y se echen encima años en que dirás: «No me agradan»;  mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas, y retornen las nubes tras la lluvia; (Eclesiastés 12:1- 12:2)  -  32 / 80.

 cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen los guerreros, se paren las moledoras, por quedar pocas, se queden a oscuras las que miran por las ventanas,  y se cierren las puertas de la calle, ahogándose el son del molino; cundo uno se levante al canto del pájaro, y se enmudezcan todas las canciones. (Eclesiastés 12:3- 12:4)  -  33 / 80.

 También la altura da recelo, y hay sustos en el camino, florece el almendro, está grávida la langosta, y pierde su sabor la alcaparra; y es que el hombre se va a su eterna morada, y circulan por la calle los del duelo;  mientras no se quiebre la hebra de plata, se rompa la bolita de oro, se haga añicos el cántaro contra la fuente, se caiga la polea dentro del pozo, (Eclesiastés 12:5- 12:6)  -  34 / 80.

 vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio.  ¡Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -: ¡todo vanidad! (Eclesiastés 12:7- 12:8)  -  35 / 80.

 Cohélet, a más de ser un sabio, enseñó doctrina al pueblo. Ponderó e investigó, compuso muchos proverbios. Cohélet trabajó mucho en inventar frases felices, y escribir bien sentencias verídicas. (Eclesiastés 12:9- 12:10)  -  36 / 80.

Las palabras de los sabios son como aguijadas, o como estacas hincadas, puertas por un pastor para controlar el rebaño. Lo que de ellas se saca, hijo mío, es ilustrarse. Componer muchos libros es nunca acabar, y estudiar demasiado daña la salud. (Eclesiastés 12:11- 12:12)  -  37 / 80.

Basta de palabras. Todo está dicho. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal. Porque toda obra la emplazará Dios a juicio, también todo lo oculto, a ver si es bueno o malo. (Eclesiastés 12:13- 12:14)  -  38 / 80.

 Muchas e importantes lecciones se nos han transmitido  por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido, (Eclesiástico 0:1- 0:2)  -  39 / 80.

 por las cuales bien se debe encomiar a Israel por su instrucción y sabiduría.  Mas como es razón que no sólo los lectores se hagan sabios, (Eclesiástico 0:3- 0:4)  -  40 / 80.

 sino que puedan también estos amigos del saber ser útiles a los de fuera,  tanto de palabra como por escrito, (Eclesiástico 0:5- 0:6)  -  41 / 80.

 mi abuelo Jesús, después de haberse dado intensamente a la lectura  de la Ley, (Eclesiástico 0:7- 0:8)  -  42 / 80.

 los Profetas   y los otros libros de los antepasados, (Eclesiástico 0:9- 0:10)  -  43 / 80.

  y haber adquirido un gran dominio en ellos,   se propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucción y sabiduría, (Eclesiástico 0:11- 0:12)  -  44 / 80.

  con ánimo de que los amigos del saber, lo aceptaran y progresaran más todavía en la vida según la Ley. (Eclesiástico 0:13- 0:14)  -  45 / 80.

  Estáis, pues, invitados   a leerlo (Eclesiástico 0:15- 0:16)  -  46 / 80.

  con benevolencia y atención,   así como a mostrar indulgencia (Eclesiástico 0:17- 0:18)  -  47 / 80.

  allí donde se crea que, a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación,   no hemos podido acertar en alguna expresión. (Eclesiástico 0:19- 0:20)  -  48 / 80.

  Pues no tienen la misma fuerza   las cosas expresadas originalmente en hebreo que cuando se traducen a otra lengua. (Eclesiástico 0:21- 0:22)  -  49 / 80.

  Cosa que no sucede sólo en esto,   sino que también la misma Ley, los Profetas, (Eclesiástico 0:23- 0:24)  -  50 / 80.

  y los otros libros   presentan no pequeña diferencia respecto de lo que dice el original. (Eclesiástico 0:25- 0:26)  -  51 / 80.

  Fue, pues, en el año treinta y ocho del rey Evergetes   cuando, después de venir a Egipto y residir allí, (Eclesiástico 0:27- 0:28)  -  52 / 80.

  encontré una obra de no pequeña enseñanza,   y juzgué muy necesario aportar yo también algún interés y esfuerzo para traducir este libro. (Eclesiástico 0:29- 0:30)  -  53 / 80.

  Mucha vigilia y ciencia he puesto en juego   durante este período, (Eclesiástico 0:31- 0:32)  -  54 / 80.

  hasta llegar a buen término y publicar el libro   para uso de aquellos que, en el extranjero, quieren ser amigos del saber, (Eclesiástico 0:33- 0:34)  -  55 / 80.

  y conformar sus costumbres a una vida de acuerdo con la Ley.  Toda sabiduría viene del Señor, y con él está por siempre. (Eclesiástico 0:35- 1:1)  -  56 / 80.

 La arena de los mares, las gotas de la lluvia, los días de la eternidad, ¿quién los puede contar?  La altura del cielo, la anchura de la tierra, la profundidad del abismo, ¿quién los alcanzará? (Eclesiástico 1:2- 1:3)  -  57 / 80.

 Antes de todo estaba creada la Sabiduría, la inteligente prudencia desde la eternidad. El Verbo de Dios en las Alturas es la fuente de la Sabiduría y sus corrientes, los mandamientos eternos (Eclesiástico 1:4- 1:5)  -  58 / 80.

La raíz de la sabiduría ¿a quién fue revelada?, sus recursos, ¿quién los conoció? ¿Quién conoce sus trazas o arcanos? El arte con que obra la Sabiduría ¿a quién ha sido jamás dscubierto y manifestado, ni quién pudo entender la multiplicidad de sus designios? (Eclesiástico 1:6- 1:7)  -  59 / 80.

 Sólo uno hay sabio, en extremo temible, el que en su trono está sentado.  El Señor mismo la creó, la vio y la contó y la derramó sobre todas sus obras, (Eclesiástico 1:8- 1:9)  -  60 / 80.

en toda carne conforme a su largueza, y se la dispensó a los que le aman. Gloria es y orgullo el temor del Señor, contento y corona de júbilo. (Eclesiástico 1:10- 1:11)  -  61 / 80.

El temor del Señor recrea el corazón, da contento y recocijo y largos días. Para el que teme al Señor, todo irá bien al fin, en el día de su muerte se le bendecirá. (Eclesiástico 1:12- 1:13)  -  62 / 80.

Principio de la sabiduría es temer al Señor, fue creada en el seno materno juntamente con los fieles. Entre los hombres puso su nido, fundación eterna, y con su linaje se mantendrá fielmente. (Eclesiástico 1:14- 1:15)  -  63 / 80.

Plenitud de la sabiduría es temer al Señor, ella les embriaga de sus frutos. Toda su casa colma de cosas deseables, y de sus productos sus graneros. (Eclesiástico 1:16- 1:17)  -  64 / 80.

Corona de la sabiduría el temor del Señor, ella hace florecer paz y buena salud. (El la vio y la contó), ciencia y conocimiento inteligente hizo llover, y la gloria de los que la poseen exaltó. (Eclesiástico 1:18- 1:19)  -  65 / 80.

Raíz de la sabiduría es temer al Señor, sus ramas, los largos días, sus frutos sacian al hombre. Llenará todas su casa de bienes y de tesoros, todas sus recamaras. (Eclesiástico 1:20- 1:21)  -  66 / 80.

No puede justificarse la pasión del injusto, que el impulso de su pasión le hace caer. Hasta su hora aguanta el que es paciente, mas después se le brinda contento. (Eclesiástico 1:22- 1:23)  -  67 / 80.

Hasta su hora oculta sus palabras, y entonces muchos labios prolamarán su inteligencia. En los tesoros de la sabiduría están las máximas de la ciencia, mas abominación para el pecador es la piedad para con Dios. (Eclesiástico 1:24- 1:25)  -  68 / 80.

Si apeteces sabiduría, guarda los mandamientos, y el Señor te la dispensará. Pues sabiduría y enseñanza es el temor del Señor; su complacencia, la fidelidad y mansedumbre. (Eclesiástico 1:26- 1:27)  -  69 / 80.

No seas indócil al temor del Señor, ni te acerques a él con corazón partido. No seas hipócrita delante de los hombres, pon guardia a tus labios. (Eclesiástico 1:28- 1:29)  -  70 / 80.

No te exaltes a ti mismo, para no caer y acarrearte deshonra, porque el Señor revelaría tus secretos y en medio de la asamblea te echaría por tierra, por no haberte llegado al temor del Señor, porque tu corazón está lleno de fraude.  Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. (Eclesiástico 1:30- 2:1)  -  71 / 80.

 Endereza tu corazón, manténte firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad.  Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. (Eclesiástico 2:2- 2:3)  -  72 / 80.

 Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente.  Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el honor de la humillación. (Eclesiástico 2:4- 2:5)  -  73 / 80.

 Confíate a él, y él, a su vez, te cuidará, endereza tus caminos y espera en él.  Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis, para no caer. (Eclesiástico 2:6- 2:7)  -  74 / 80.

 Los que teméis al Señor, confiaos a él, y no os faltará la recompensa.  Los que teméis al Señor, esperad bienes, contento eterno y misericordia. (Eclesiástico 2:8- 2:9)  -  75 / 80.

Mirad a las generaciones de antaño y ved: ¿Quién se confió al Señor y quedó confundido? ¿Quién perseveró en su temor y quedó abandonado? ¿Quién le invocó y fue desatendido? Que el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en la hora de la tribulación. (Eclesiástico 2:10- 2:11)  -  76 / 80.

¡Ay de los corazones flacos y las manos caídas, del pecador que va por senda doble! ¡Ay del corazón caído, que no tiene confianza! por eso no será protegido. (Eclesiástico 2:12- 2:13)  -  77 / 80.

¡Ay de vosotros que perdisteis el aguante! ¿Qué vais a hacer cuando el Señor os visite? Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras, los que le aman guardan sus caminos. (Eclesiástico 2:14- 2:15)  -  78 / 80.

Los que temen al Señor buscan su agrado, los que le aman quedan llenos de su Ley. Los que temen al Señor tienen corazón dispuesto, y en su presencia se humillan. (Eclesiástico 2:16- 2:17)  -  79 / 80.

Caeremos en manos del Señor y no en manos de los hombres, pues como es su grandeza, tal su misericordia.  A mí que soy vuestro padre escuchadme, hijos, y obrad así para salvaros. (Eclesiástico 2:18- 3:1)  -  80 / 80.

 

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