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Luneburgo, Alemania

 

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(Photo - Date: 13-08-2016 / Time: 18:30:33)

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 Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante. (Eclesiastés 4:9- 4:10)  -  1 / 80.

Si dos se acuestan, tienen calor; pero el solo ¿cómo se calentará? Si atacan a uno, los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es fácil de romper. (Eclesiastés 4:11- 4:12)  -  2 / 80.

Más vale mozo pobre y sabio que rey viejo y necio, que no sabe ya consultar. Pues de prisión salió quien llegó a reinar, aunque pobre en sus dominios naciera. (Eclesiastés 4:13- 4:14)  -  3 / 80.

Veo a todos los vivientes que caminan bajo el sol, ponerse junto al mozo, el sucesor, el que ocupará su puesto. Era sin fin la multitud a cuyo frente estaba; tampoco la posteridad se contentará de él. También esto es vanidad y atrapar vientos. (Eclesiastés 4:15- 4:16)  -  4 / 80.

Guarda tus pasos cuando vas a la Casa de Dios. Acercarse obediente vale más que el sacrificio de los necios, porque ellos no saben que hacen el mal.  No te precipites a hablar, ni tu corazón se apresure a pronunciar una palabra ante Dios. Pues Dios está en el cielo, pero tú en la tierra: sean por tanto pocas tus palabras. (Eclesiastés 4:17- 5:1)  -  5 / 80.

 Porque, los sueños vienen de las muchas tareas. la voz necia, de las muchas palabras.  Si haces voto a Dios, no tardes en cumplirlo; pues no le agradan los necios. El voto que has hecho, cúmplelo. (Eclesiastés 5:2- 5:3)  -  6 / 80.

 Es mejor no hacer votos que hacerlos y no cumplirlos.  No permitas que tu boca haga de ti un pecador, y luego digas ante el Mensajero que fue inadvertencia. ¿Por qué deberá Dios irritarse por tu palabra y destruir la obra de tus manos? (Eclesiastés 5:4- 5:5)  -  7 / 80.

 Cuantos los sueños, tantas las vanidades y las muchas palabras. Pero tú teme a Dios.  Si en la región ves la opresión del pobre y la violación del derecho y de la justicia, no te asombres por eso. Se te dirá que una dignidad vigila sobre otra dignidad, y otra más dignas sobre ambas. (Eclesiastés 5:6- 5:7)  -  8 / 80.

 Se invocará el interés común y el servicio del rey.  Quien ama el dinero, no se harta de él, y para quien ama riquezas, no bastas ganancias. También esto es vanidad. (Eclesiastés 5:8- 5:9)  -  9 / 80.

A muchos bienes, muchos que los devoren; y ¿de qué más sirven a su dueño que de espectáculo para sus ojos? Dulce el sueño del obrero, coma poco o coma mucho; pero al rico la hartura no le deja dormir. (Eclesiastés 5:10- 5:11)  -  10 / 80.

Hay un grave mal que yo he visto bajo el sol: riqueza guardada para su dueño, y que solo sirve para su mal, pues las riquezas perecen en un mal negocio, y cuando engendra un hijo, nada queda ya en su mano. (Eclesiastés 5:12- 5:13)  -  11 / 80.

Como salió del vientre de su madre, desnudo volverá, como ha venido; y nada podrá sacar de sus fatigas que pueda llevar en la mano. También esto es grave mal: que tal como vino, se vaya; y ¿de qué le vale el fatigarse para el viento? (Eclesiastés 5:14- 5:15)  -  12 / 80.

Todos los días pasa en oscuridad, pena, fastidio, enfermedad y rabia. Esto he experimentado: lo mejor para el hombre es comer, beber y disfrutar en todos sus fatigosos afanes bajo el sol, en los contados días de la vida que Dios le da; porque esta es su paga. (Eclesiastés 5:16- 5:17)  -  13 / 80.

Y además: cuando a cualquier hombre Dios da riquezas y tesoros, le deja disfrutar de ellos, tomar su paga y holgarse en medio de sus fatigas, esto es un don de Dios. Porque así no recuerda mucho los días de su vida, mientras Dios le llena de alegría el corazón. (Eclesiastés 5:18- 5:19)  -  14 / 80.

 Hay otro mal que observo bajo el sol, y que pesa sobre el hombre:  Un hombre a quien Dios da riquezas, tesoros y honores; nada le falta de lo que desea, pero Dios no le deja disfrutar de ello, porque un extraño lo disfruta. Esto es vanidad y gran desgracia. (Eclesiastés 6:1- 6:2)  -  15 / 80.

 Si alguno que tiene cien hijos y vive muchos años, y por muchos que sean sus años, no se sacia su alma de felicidad y ni siquiera halla sepultura, entonces yo digo: Más feliz es un aborto,  pues, entre vanidades vino y en la oscuridad se va; mientras su nombre queda oculto en las tinieblas. (Eclesiastés 6:3- 6:4)  -  16 / 80.

 No ha visto el sol, no lo ha conocido, y ha tenido más descanso que el otro.  Y aunque hubiera vivido por dos veces mil años, pero sin gustar la felicidad, ¿no caminan acaso todos al mismo lugar? (Eclesiastés 6:5- 6:6)  -  17 / 80.

 Todo el mundo se fatiga para comer, y a pesar de todo nunca se harta.  ¿En qué supera el sabio al necio? ¿En qué, al pobre que sabe vivir su vida? (Eclesiastés 6:7- 6:8)  -  18 / 80.

 Mejor es lo que los ojos ven que lo que el alma desea. También esto es vanidad y atrapar vientos. De lo que existe, ya se anunció su nombre, y se sabe lo que es un hombre: no puede litigar con quien es más fuerte que él. (Eclesiastés 6:9- 6:10)  -  19 / 80.

A más palabras, más vanidades. ¿Qué provecho saca el hombre? Porque, ¿quién sabe lo que conviene al hombre en su vida, durante los días contados de su vano vivir, que él los vive como una sombra? Pues ¿quién indicará al hombre lo que sucederá después de él bajo el sol? (Eclesiastés 6:11- 6:12)  -  20 / 80.

 Más vale el renombre que óleo perfumado; y el día de la muerte más que el día del nacimiento.  Más vale ir a casa de luto que ir a casa de festín; porque allí termina todo hombre, y allí el que vive, reflexiona. (Eclesiastés 7:1- 7:2)  -  21 / 80.

 Más vale llorar que reír, pues tras una cara triste hay un corazón feliz.  El corazón de los sabios está en la casa de luto, mientras el corazón de los necios en la casa de alegría. (Eclesiastés 7:3- 7:4)  -  22 / 80.

 Más vale oír reproche de sabio, que oír alabanza de necios.  Porque como crepitar de zarzas bajo la olla, así es el reír del necio: y también esto es vanidad. (Eclesiastés 7:5- 7:6)  -  23 / 80.

 El halago atonta al sabio, y el regalo pervierte el corazón.  Más vale el término de una cosa que su comienzo, más vale el paciente que el soberbio. (Eclesiastés 7:7- 7:8)  -  24 / 80.

 No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el pecho de los necios. No digas: ¿Cómo es que el tiempo pasado fue mejor que el presente? Pues no es de sabios preguntar sobre ello. (Eclesiastés 7:9- 7:10)  -  25 / 80.

Tan buena es la sabiduría como la hacienda, y aprovecha a los que ven el sol. Porque la sabiduría protege como el dinero, pero el saber le aventaja en que hace vivir al que lo posee. (Eclesiastés 7:11- 7:12)  -  26 / 80.

Mira la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él torció? Alégrate en el día feliz y, en el día desgraciado, considera que, tanto uno como otro, Dios lo hace para que el hombre nada descubra de su porvenir. (Eclesiastés 7:13- 7:14)  -  27 / 80.

En mi vano vivir, de todo he visto: justos perecer en su justicia, e impíos envejecer en su iniquidad. No quieras ser justo en demasía, ni te vuelvas demasiado sabio. ¿A qué destruirte? (Eclesiastés 7:15- 7:16)  -  28 / 80.

No quieras ser demasiado impío, ni te hagas el insensato. ¿A qué morir antes de tu tiempo? Bueno es que mantengas esto sin dejar aquellos de la mano, porque el temeroso de Dios con todo ello se sale. (Eclesiastés 7:17- 7:18)  -  29 / 80.

La sabiduría da más fuerza al sabio que diez poderosos que haya en la ciudad. Cierto es que no hay ningún justo en la tierra que haga el bien sin nunca pecar. (Eclesiastés 7:19- 7:20)  -  30 / 80.

Tampoco hagas caso de todo lo que se dice, para que no oigas que tu siervo te denigra. Que tu corazón bien sabe cuántas veces también tú has denigrado a otros. (Eclesiastés 7:21- 7:22)  -  31 / 80.

Todo esto lo intenté con la sabiduría. Dije: Seré sabio. Pero eso estaba lejos de mí. Lejos está cualquier cosa, y profundo, lo profundo: ¿quién lo encontrará? (Eclesiastés 7:23- 7:24)  -  32 / 80.

He aplicado mi corazón a explorar y a buscar sabiduría y razón, a reconocer la maldad como una necedad, y la necedad como una locura. He hallado que la mujer es más amarga que la muerte, porque ella es como una red, su corazón como un lazo, y sus brazos como cadenas: El que agrada a Dios se libra de ella, mas el pecador cae en su trampa. (Eclesiastés 7:25- 7:26)  -  33 / 80.

Mira, esto he hallado, dice Cohélet, tratando de razonar, caso por caso. Aunque he seguido buscando, nada más he hallado. Un hombre entre mil, sí que lo hallo; pero mujer entre todas ellas, no la encuentro. (Eclesiastés 7:27- 7:28)  -  34 / 80.

Mira, lo que hallé fue sólo esto: Dios hizo sencillo al hombre, pero él se complicó con muchas razones.  ¿Quién como el sabio? ¿Quién otro sabe explicar una cosa? La sabiduría del hombre hace brillar su rostro, y sus facciones severas transfigura. (Eclesiastés 7:29- 8:1)  -  35 / 80.

 Aténte al dictado del rey, y por causa del juramento divino  no te apresures a irte de su presencia; no te mezcles en conspiración, pues todo cuanto le plazca puede hacerlo, (Eclesiastés 8:2- 8:3)  -  36 / 80.

 ya que la palabra regia es soberana, y ¿quién va a decirle: Qué haces?  Quien se atiene al mandamiento, no sabe de conspiraciones. Y el corazón del sabio sabe el cuándo y el cómo. (Eclesiastés 8:4- 8:5)  -  37 / 80.

 Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo. Pues es grande el peligro que acecha al hombre,  ya que éste ignora lo que está por venir, pues lo que está por venir, ¿quién va a anunciárselo? (Eclesiastés 8:6- 8:7)  -  38 / 80.

 No es el hombre señor del viento para domeñar al viento. Tampoco hay señorío sobre el día de la muerte, ni hay evasión en la agonía, ni libra la maldad a sus autores.  Todo esto tengo visto al aplicar mi corazón a cuanto pasa bajo el sol, cuando el hombre domina en el hombre para causarle el mal. (Eclesiastés 8:8- 8:9)  -  39 / 80.

Por ejemplo, he visto a gente mala llevada a la tumba. Partieron del Lugar Santo, y se dio al olvido en la ciudad que hubiesen obrado de aquel modo. ¡Otro absurdo!: que no se ejecute en seguida la sentencia de la conducta del malo, con lo que el corazón de los humanos se llena de ganas de hacer el mal; (Eclesiastés 8:10- 8:11)  -  40 / 80.

que el pecador haga el mal veces ciento, y se le den largas. Pues yo tenía entendido que les va bien a los temerosos de Dios, a aquellos que ante su rostro temen, y que no le va bien al malvado, ni alargará sus días como sombra el que no teme ante el rostro de Dios. (Eclesiastés 8:12- 8:13)  -  41 / 80.

Pues bien, un absurdo se da en la tierra: Hay justos a quienes les sucede cual corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede cual corresponde a las obras de los buenos. Digo que este es otro absurdo. Y yo por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para el hombre bajo el sol, si no es comer, beber y divertirse; y eso es lo que le acompaña en sus fatigas en los días de vida que Dios le hubiera dado bajo el sol. (Eclesiastés 8:14- 8:15)  -  42 / 80.

Cuanto más apliqué mi corazón a estudiar la sabiduría y a contemplar el ajetreo que se da sobre la tierra - pues ni de día ni de noche concilian los ojos el sueño - fui viendo que el ser humano no puede descubrir todas las obras de Dios, las obras que se realizan bajo el sol. Por más que se afane el hombre en buscar, nada descubre, y el mismo sabio, aunque diga saberlo, no es capaz de descubrirlo. (Eclesiastés 8:16- 8:17)  -  43 / 80.

 Pues bien, a todo eso he aplicado mi corazón y todo lo he explorado, y he visto que los justos y los sabios y sus obras están en manos de Dios. Y ni de amor ni de odio saben los hombres nada: todo les resulta  absurdo. Como el que haya un destino común para todos, para el justo y para el malvado, el puro y el manchado, el que hace sacrificios y el que no los hace, así el bueno como el pecador, el que jura como el que se recata de jurar. (Eclesiastés 9:1- 9:2)  -  44 / 80.

 Eso es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol: que haya un destino común para todos, y así el corazón de los humanos está lleno de maldad y hay locura en sus corazones mientras viven, y su final ¡con los muertos!  Pues mientras uno sigue unido a todos los vivientes hay algo seguro, pues vale más perro vivo que león muerto. (Eclesiastés 9:3- 9:4)  -  45 / 80.

 Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria.  Tanto su amor, como su odio, como sus celos, ha tiempo que pereció, y no tomarán parte nunca jamás en todo lo que pasa bajo el sol. (Eclesiastés 9:5- 9:6)  -  46 / 80.

 Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino, que Dios está ya contento con tus obras.  En toda sazón sean tus ropas blancas y no falte ungüento sobre tu cabeza. (Eclesiastés 9:7- 9:8)  -  47 / 80.

 Vive la vida con la mujer que amas, todo el espacio de tu vana existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en la vida y en las fatigas con que te afanas bajo el sol. Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol a donde te encaminas. (Eclesiastés 9:9- 9:10)  -  48 / 80.

Vi además que bajo el sol no siempre es de los ligeros el correr ni de los esforzados la pelea; como también hay sabios sin pan, como también discretos sin hacienda, como también hay doctos que no gustan, pues a todos les llega algún mal momento. Porque, además, el hombre ignora su momento: como peces apresados en la red, como pájaros presos en el cepo, así son tratados los humanos por el infortunio cuando les cae encima de improviso. (Eclesiastés 9:11- 9:12)  -  49 / 80.

También he visto otro acierto bajo el sol, y grande, a juicio mío: Una ciudad chiquita, con pocos hombres en ella. Llega un gran rey y le pone cerco, levantando frente a ella empalizadas potentes. (Eclesiastés 9:13- 9:14)  -  50 / 80.

Encontrábase allí un hombre pobre y sabio. El pudo haber librado la ciudad gracias a su sabiduría, ¡pero nadie paró mientes en aquel pobre! Y yo me digo: Más vale sabiduría que fuerza; pero la sabiduría del pobre se desprecia y sus palabras no se escuchan. (Eclesiastés 9:15- 9:16)  -  51 / 80.

Mejor se oyen las palabras sosegadas de los sabios que los gritos del soberano de los necios. Más vale sabiduría que armas de combate, pero un solo yerro echa a perder mucho bueno. (Eclesiastés 9:17- 9:18)  -  52 / 80.

 Una mosca muerta pudre una copa de ungüento de perfumista; monta más un poco de necedad que sabiduría y honor.  El sabio tiene el corazón a la derecha, el necio tiene el corazón a la izquierda. (Eclesiastés 10:1- 10:2)  -  53 / 80.

 Además, en cualquier camino que tome el necio, su entendimiento no le da de sí y dice de todo el mundo: «Ese es un necio.»  Si el enojo del que manda se abate sobre ti, no abandones tu puesto, que la flema libra de graves yerros. (Eclesiastés 10:3- 10:4)  -  54 / 80.

 Otra calamidad he visto bajo el sol, como error que emana de la autoridad:  La necedad elevada a grandes dignidades, mientras ricos se sentaban abajo. (Eclesiastés 10:5- 10:6)  -  55 / 80.

 He visto siervos a caballo, y príncipes que iban a pie, como los siervos.  El que cava la hoya cae en ella, y al que atraviesa el seto le muerde la culebra. (Eclesiastés 10:7- 10:8)  -  56 / 80.

 El que saca piedras se lastima con ellas, el que raja maderos puede hacerse daño. Si se embota el hierro y no se afilan sus caras, hay que acrecentar los bríos: también supone ganancia afinar en sabiduría. (Eclesiastés 10:9- 10:10)  -  57 / 80.

Si pica culebra por falta de encantamiento no hay ganancia para el encantador. Palabras de boca de sabio agradan, mas los labios del necio a él lo engullen. (Eclesiastés 10:11- 10:12)  -  58 / 80.

Empieza diciendo necedades, para acabar en locura de las malas. Y el necio dice más y más palabras. Nadie sabe lo que vas venir, y el remate de todo, ¿quién puede pronosticárselo? (Eclesiastés 10:13- 10:14)  -  59 / 80.

Lo que más molesta al necio es que no sabe ir a la ciudad. ¡Ay de ti, tierra, cuyo rey es un chiquillo, y cuyos príncipes comen de mañana! (Eclesiastés 10:15- 10:16)  -  60 / 80.

¡Dichosa tú, tierra, cuyo rey es hidalgo y cuyos príncipes comen a la hora, por cobrar vigor y no por banquetear! Por estar mano sobre mano se desploma la viga, y por brazos caídos la casa se viene abajo. (Eclesiastés 10:17- 10:18)  -  61 / 80.

Para holgar preparan su banquete, y el vino alegra la vida, y el dinero todo lo allana. Ni aun en tu rincón faltes al rey, ni en tu misma alcoba faltes al rico, que un pájaro del cielo hace correr la voz, y un ser alado va a contar la cosa. (Eclesiastés 10:19- 10:20)  -  62 / 80.

 Echa tu pan al agua, que al cabo de mucho tiempo lo encontrarás.  Reparte con siete, y también con ocho, que no sabes qué mal puede venir sobre la tierra. (Eclesiastés 11:1- 11:2)  -  63 / 80.

 Si las nubes van llenas, vierten lluvia sobre la tierra, y caiga el árbol al sur o al norte, donde cae el árbol allí se queda.  El que vigila el viento no siembra, el que mira a las nubes no siega. (Eclesiastés 11:3- 11:4)  -  64 / 80.

 Como no sabes cómo viene el espíritu a los huesos en el vientre de la mujer encinta, así tampoco sabes la obra de Dios que todo lo hace.  De madrugada siembra tu simiente y a la tarde no des paz a tu mano. Pues no sabes si es menor esto o lo otro o si ambas cosas son igual de buenas. (Eclesiastés 11:5- 11:6)  -  65 / 80.

 Dulce es la luz y bueno para los ojos ver el sol.  Si uno vive muchos años, que se alegre en todos ellos, y tenga en cuenta que los días de tinieblas muchos serán, que es vanidad todo el porvenir. (Eclesiastés 11:7- 11:8)  -  66 / 80.

 Alégrate, mozo, en tu juventud, ten buen humor en tus años mozos, Vete por donde te lleve el corazón y a gusto de tus ojos; pero a sabiendas de que por todo ello te emplazará Dios a juicio. Aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne, pero juventud y pelo negro, vanidad. (Eclesiastés 11:9- 11:10)  -  67 / 80.

 Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos, y se echen encima años en que dirás: «No me agradan»;  mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas, y retornen las nubes tras la lluvia; (Eclesiastés 12:1- 12:2)  -  68 / 80.

 cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen los guerreros, se paren las moledoras, por quedar pocas, se queden a oscuras las que miran por las ventanas,  y se cierren las puertas de la calle, ahogándose el son del molino; cundo uno se levante al canto del pájaro, y se enmudezcan todas las canciones. (Eclesiastés 12:3- 12:4)  -  69 / 80.

 También la altura da recelo, y hay sustos en el camino, florece el almendro, está grávida la langosta, y pierde su sabor la alcaparra; y es que el hombre se va a su eterna morada, y circulan por la calle los del duelo;  mientras no se quiebre la hebra de plata, se rompa la bolita de oro, se haga añicos el cántaro contra la fuente, se caiga la polea dentro del pozo, (Eclesiastés 12:5- 12:6)  -  70 / 80.

 vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio.  ¡Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -: ¡todo vanidad! (Eclesiastés 12:7- 12:8)  -  71 / 80.

 Cohélet, a más de ser un sabio, enseñó doctrina al pueblo. Ponderó e investigó, compuso muchos proverbios. Cohélet trabajó mucho en inventar frases felices, y escribir bien sentencias verídicas. (Eclesiastés 12:9- 12:10)  -  72 / 80.

Las palabras de los sabios son como aguijadas, o como estacas hincadas, puertas por un pastor para controlar el rebaño. Lo que de ellas se saca, hijo mío, es ilustrarse. Componer muchos libros es nunca acabar, y estudiar demasiado daña la salud. (Eclesiastés 12:11- 12:12)  -  73 / 80.

Basta de palabras. Todo está dicho. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal. Porque toda obra la emplazará Dios a juicio, también todo lo oculto, a ver si es bueno o malo. (Eclesiastés 12:13- 12:14)  -  74 / 80.

 Muchas e importantes lecciones se nos han transmitido  por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido, (Eclesiástico 0:1- 0:2)  -  75 / 80.

 por las cuales bien se debe encomiar a Israel por su instrucción y sabiduría.  Mas como es razón que no sólo los lectores se hagan sabios, (Eclesiástico 0:3- 0:4)  -  76 / 80.

 sino que puedan también estos amigos del saber ser útiles a los de fuera,  tanto de palabra como por escrito, (Eclesiástico 0:5- 0:6)  -  77 / 80.

 mi abuelo Jesús, después de haberse dado intensamente a la lectura  de la Ley, (Eclesiástico 0:7- 0:8)  -  78 / 80.

 los Profetas   y los otros libros de los antepasados, (Eclesiástico 0:9- 0:10)  -  79 / 80.

  y haber adquirido un gran dominio en ellos,   se propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucción y sabiduría, (Eclesiástico 0:11- 0:12)  -  80 / 80.

 

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